Este fin de semana me encontraba leyendo Exodo 13. Un pasaje donde D!os
le pide a los hebreos que se rediman a los primogénitos de sus bestias. Pero
también a los primogénitos de sus hijos. Unas versiones utilizan la palabra
“redimir” y otras “rescatar”. De acuerdo al contexto también se utiliza la
palabra “dedicar”.
Pero no me quiero centrar en el acto de la dedicación, sino en la
motivación detrás de ello. Cuando uno lee el pasaje completo, se ve que hay una
intencionalidad detrás del acto mismo de la dedicación.
Cuando D!os demandaba algo, un acto ceremonial, una fiesta solemne, una
dedicación de diezmos u ofrendas especiales… había algo más allá del acto.
Había una razón en ello, era un culto racional. Me encanta que el Señor explica
el porqué de dichas cosas.
¿Será que D!os necesitaba tales ofrendas o actos de dedicación? En la
antigüedad algunos dioses exigían ofrendas de sangre humana porque lo
necesitaban. Era el alimento de los dioses. Pero el D!os de los hebreos no
necesitaba tales ofrendas o sacrificios. De hecho, Él no exigía sacrificios
humanos como Moloc. El Señor pedía sacrificios de ciertos animales puros, pero
no porque Él lo necesitara, sino porque el hombre lo necesitaba.
Volviendo al pasaje de Exodo 13, el Señor pide que se le dediquen los
primogénitos. Pero… para qué? Leamos lo que dice:
“…cuando mañana te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto? (el acto de
consagración), le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de
servidumbre; y endureciéndose Faraón para no dejarnos ir, Jehová hizo
morir en la tierra de Egipto a todo primogénito, desde el primogénito humano
hasta el primogénito de la bestia; y por esta causa yo sacrifico para Jehová
todo primogénito macho, y redimo al primogénito de mis hijos.
Te será, pues, como una señal sobre tu mano, y por un memorial delante
de tus ojos, por cuanto Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte.” (Versión
Reina Valera 1960)
La razón de dicha dedicación, no era porque el Señor lo necesitaba, sino
porque sabía que los hebreos lo necesitaban. Era un recordatorio constante de
lo que el Señor había hecho por ellos. Una forma de recordar quién era su
redentor, quiénes eran ellos (los redimidos) y cómo había sucedido tal
salvación. El acto remitía a un hecho histórico, real, conciso, preciso,
específico, vívido.
Al igual que en esos días, hay ciertas prácticas de fe que realizamos,
no porque el Señor las necesite o porque sean actos mágicos que encierren un
poder místico en sí mismos. Sino que tienen un fin, una razón, un propósito. No
son un fin en sí mismos, sino un medio que nos ayudan a perseverar en nuestra
salvación o santificación. Comenzando por los sacramentos como el bautismo
y la eucaristía (santa cena).
En otro plano muy distinto están los actos de consagración de los bienes
que el Señor nos ha dado para que los administremos como los diezmos y las
ofrendas. Es ahí donde me quiero centrar ahora.
¿Será que el Señor necesita nuestros diezmos y ofrendas? ¿Se diezma y se
ofrenda con la finalidad de recibir algo a cambio? ¿Son estos actos un fin en
sí mismos? La respuesta es…No. Hay algo más allá en el dar. En el ser obedientes
y generosos.
El acto de dar nos hace recordar que en primer lugar, nada tendríamos en
nuestras manos si no se nos hubiese dado del cielo. Nos hace recordar que todo
es suyo y que de lo recibido de su mano, de eso le damos. Que nada nos
pertenece. Que Él es nuestro proveedor y que confiamos plenamente en su
provisión. Que nosotros solo somos sus mayordomos, sus administradores. Que
primero está el Reino y después nuestros sueños personales.
No es Él quien necesita de nuestros diezmos y ofrendas. Somos nosotros
los necesitados. Somos nosotros los privilegiados, los bendecidos. Y la
bendición misma está en el dar. No en si recibimos algo a cambio de ello. No en
recibir 100 veces más como si fuese un trueque mágico, como a veces lo pintan
los predicadores posmodernos de la prosperidad. Sino en el acto mismo de
desprendernos aunque eso duela.
Porque es ahí donde reconocemos y recordamos quién es Él, quiénes somos
nosotros y cuál es nuestra relación con Él. Él es nuestro proveedor. Es ahí
donde aprendemos a confiar y a depender de Él. Es ahí en nuestro sometimiento,
en esa mansedumbre, donde encontramos el reposo para nuestras almas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario