EN ESTE 2014, TÚ ERES EL HIT NÚMERO:

martes, 4 de marzo de 2014

¿Necesita D!os nuestras ofrendas?

Este fin de semana me encontraba leyendo Exodo 13. Un pasaje donde D!os le pide a los hebreos que se rediman a los primogénitos de sus bestias. Pero también a los primogénitos de sus hijos. Unas versiones utilizan la palabra “redimir” y otras “rescatar”. De acuerdo al contexto también se utiliza la palabra “dedicar”.
Pero no me quiero centrar en el acto de la dedicación, sino en la motivación detrás de ello. Cuando uno lee el pasaje completo, se ve que hay una intencionalidad detrás del acto mismo de la dedicación.
Cuando D!os demandaba algo, un acto ceremonial, una fiesta solemne, una dedicación de diezmos u ofrendas especiales… había algo más allá del acto. Había una razón en ello, era un culto racional. Me encanta que el Señor explica el porqué de dichas cosas.
¿Será que D!os necesitaba tales ofrendas o actos de dedicación? En la antigüedad algunos dioses exigían ofrendas de sangre humana porque lo necesitaban. Era el alimento de los dioses. Pero el D!os de los hebreos no necesitaba tales ofrendas o sacrificios. De hecho, Él no exigía sacrificios humanos como Moloc. El Señor pedía sacrificios de ciertos animales puros, pero no porque Él lo necesitara, sino porque el hombre lo necesitaba.
Volviendo al pasaje de Exodo 13, el Señor pide que se le dediquen los primogénitos. Pero… para qué? Leamos lo que dice:
“…cuando mañana te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto? (el acto de consagración), le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre; y endureciéndose Faraón para no dejarnos ir, Jehová hizo morir en la tierra de Egipto a todo primogénito, desde el primogénito humano hasta el primogénito de la bestia; y por esta causa yo sacrifico para Jehová todo primogénito macho, y redimo al primogénito de mis hijos.
Te será, pues, como una señal sobre tu mano, y por un memorial delante de tus ojos, por cuanto Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte.” (Versión Reina Valera 1960)
La razón de dicha dedicación, no era porque el Señor lo necesitaba, sino porque sabía que los hebreos lo necesitaban. Era un recordatorio constante de lo que el Señor había hecho por ellos. Una forma de recordar quién era su redentor, quiénes eran ellos (los redimidos) y cómo había sucedido tal salvación. El acto remitía a un hecho histórico, real, conciso, preciso, específico, vívido.
Al igual que en esos días, hay ciertas prácticas de fe que realizamos, no porque el Señor las necesite o porque sean actos mágicos que encierren un poder místico en sí mismos. Sino que tienen un fin, una razón, un propósito. No son un fin en sí mismos, sino un medio que nos ayudan a perseverar en nuestra salvación o santificación. Comenzando por los sacramentos como el bautismo y la eucaristía (santa cena).
En otro plano muy distinto están los actos de consagración de los bienes que el Señor nos ha dado para que los administremos como los diezmos y las ofrendas. Es ahí donde me quiero centrar ahora.
¿Será que el Señor necesita nuestros diezmos y ofrendas? ¿Se diezma y se ofrenda con la finalidad de recibir algo a cambio? ¿Son estos actos un fin en sí mismos? La respuesta es…No. Hay algo más allá en el dar. En el ser obedientes y generosos.
El acto de dar nos hace recordar que en primer lugar, nada tendríamos en nuestras manos si no se nos hubiese dado del cielo. Nos hace recordar que todo es suyo y que de lo recibido de su mano, de eso le damos. Que nada nos pertenece. Que Él es nuestro proveedor y que confiamos plenamente en su provisión. Que nosotros solo somos sus mayordomos, sus administradores. Que primero está el Reino y después nuestros sueños personales.
No es Él quien necesita de nuestros diezmos y ofrendas. Somos nosotros los necesitados. Somos nosotros los privilegiados, los bendecidos. Y la bendición misma está en el dar. No en si recibimos algo a cambio de ello. No en recibir 100 veces más como si fuese un trueque mágico, como a veces lo pintan los predicadores posmodernos de la prosperidad. Sino en el acto mismo de desprendernos aunque eso duela.
Porque es ahí donde reconocemos y recordamos quién es Él, quiénes somos nosotros y cuál es nuestra relación con Él. Él es nuestro proveedor. Es ahí donde aprendemos a confiar y a depender de Él. Es ahí en nuestro sometimiento, en esa mansedumbre, donde encontramos el reposo para nuestras almas.



No hay comentarios.: